La administración del Presidente Biden ha sido cada vez más transparente sobre su objetivo de cambiar fundamentalmente la política comercial de los Estados Unidos pero ahora está comenzando a ver cierto rechazo a ese enfoque por parte de voces prominentes en ambos lados del espectro político.
Los funcionarios de la administración han intensificado sus esfuerzos este año para dejar claro que los principios fundamentales de la política comercial estadounidense durante las últimas décadas ya no son aplicables en el entorno global actual, lo que exige un nuevo enfoque que vea el comercio en gran medida a través de la lente de la seguridad nacional. Ese punto difícilmente podría pasarse por alto en la reciente elección por parte de la administración del asesor de seguridad nacional Jake Sullivan para brindar la descripción más completa hasta la fecha de por qué se necesita un cambio y cómo será.
Sullivan afirmó que “décadas de liberalización” han generado una serie de consecuencias negativas, desde frágiles cadenas de suministro globales que dependen en demasía de regímenes autocráticos para el suministro de bienes estratégicos hasta la desigualdad de los ingresos nacionales y la guerra entre Rusia y Ucrania. En respuesta, Sullivan dijo que la administración del Presidente Biden está reemplazando la liberalización arancelaria como el enfoque de la política comercial estadounidense con esfuerzos para crear cadenas de suministro diversificadas y resilientes, mejorar las protecciones laborales y medioambientales, luchar contra la corrupción y reformar los impuestos corporativos, entre otros objetivos.
Sin embargo, varios observadores han discrepado del discurso de Sullivan y las afirmaciones y principios en los que se basa. Sus comentarios se producen en medio de una creciente oposición al enfoque de la Casa Blanca basada en aspectos como la forma en la que minimiza la influencia del Congreso, que está facultado constitucionalmente para regular el comercio exterior, y en afirmaciones de que esta estrategia dejará a EEUU en desventaja mientras sus competidores continúan negociando acuerdos comerciales preferenciales.
Uno de los puntos de discordia es la caracterización por parte de Sullivan de la política comercial estadounidense como históricamente enfocada en la reducción de aranceles y su intento de culpar a ese objetivo de una serie de males modernos. Ed Gresser, vicepresidente y director de comercio y mercados globales en el Progressive Policy Institute, además de exrepresentante comercial adjunto de EEUU para política comercial y economía, calificó el argumento de Sullivan como un “estudio sobre un resumen despreocupado de la historia.” William Reinsch, quien dirigió el National Foreign Trade Council durante 15 años después de supervisar los asuntos de administración de exportaciones en el Departamento de Comercio de EEUU, dijo que el argumento de que la política anterior se trataba solo de aranceles “es simplemente incorrecto” y que culpar al comercio abierto “por todo lo malo que ocurrido económicamente en los últimos 50 años es una gran simplificación.”
Gresser explicó que las administraciones anteriores también han utilizado la política comercial para perseguir objetivos que fortalecen la seguridad nacional y que este enfoque tiene un historial notable en las últimas décadas, incluida la creación de reglas e instituciones multilaterales más fuertes, la integración de más países en el orden económico mundial, el desarrollo de una respuesta al surgimiento del comercio digital, y esfuerzos por destacar las preocupaciones laborales y medioambientales. Reinsch agregó la facilitación del comercio, la protección de la propiedad intelectual y la reforma de las contrataciones públicas a esa lista de logros y dijo que, en términos más generales, la liberalización del comercio “ha sacado a más de mil millones de personas de la pobreza y ha hecho del mundo un lugar mejor.”
John Murphy, vicepresidente sénior de política internacional del U.S. Chamber of Commerce, indicó que en EEUU se han generado más de 45 millones de empleos netos en los últimos 30 años y aquellos que dependen del comercio exterior pagan entre un 15 y un 20 por ciento más que los que no dependen del comercio exterior. El senador Mike Crapo, republicano por Idaho, agregó que desde 1950 la expansión del comercio exterior ha aumentado el PIB estadounidense en más de US$18,000 por hogar.
Otro problema es el argumento (presentado por Sullivan pero que se ha convertido en un estribillo común entre otros altos funcionarios de la administración) de que una mayor liberalización arancelaria es una herramienta obsoleta. Gresser afirmó que aranceles más reducidos podrían contribuir de manera útil a los objetivos identificados por Sullivan, desde asegurar compromisos laborales, medioambientales y anticorrupción de “socios extranjeros escépticos” hasta reducir los precios de los productos que ayudarían a acelerar la transición hacia la energía limpia o afrontar la desigualdad de ingresos mediante la reducción de costos para las familias de bajos ingresos. Murphy y Crapo agregaron que la reducción de los altos aranceles extranjeros (junto con la eliminación de otras barreras comerciales) podría expandir aún más las exportaciones estadounidenses, aunque Reinsch indicó que EEUU debería prever que debe “dar algo para obtener algo.”
Finalmente, tanto Gresser como Reinsch afirmaron que hay cuestiones más importantes que las que prescribe Sullivan para las que se podría utilizar la política comercial. Gresser observó que estas incluyen no solo definir el orden de la política económica en Asia, donde “en ausencia de un compromiso de acceso al mercado estadounidense ... el proyecto chino parece estar teniendo éxito” (con todos los problemas potenciales que eso podría conllevar), pero aún más importante sería poder contrarrestar el preocupante movimiento dentro de EEUU hacia una postura más aislacionista que incluye “cerrar la economía de EEUU al comercio tanto como sea posible, poner fin a los programas de ayuda externa y probablemente retirarse de las instituciones internacionales y de las alianzas con las democracias de Europa y Asia.” Lograr estos objetivos requerirá involucrarse en un proceso de dar y recibir con los socios comerciales de EEUU, dijo Reinsch, pero hasta ahora la administración del Presidente Biden “ha dejado claro que no tiene la intención de hacer concesiones” y “solo ofrece palabras.”
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